El autor muestra que Juan escribe estas cartas como un pastor a su grey a quienes los considera sus ‘queridos hijos’, sus ‘queridos hermanos’. El ama a su gente, quiere protegerlos tanto de las tentaciones del mundo como de los errores de los falsos maestros y anhela que se mantengan firme en la fe, el amor y la santidad. Juan no quiere presentarles una nueva doctrina, todo lo contrario, apela a lo que son y a lo que saben. Les advierte y los exhorta, discute con ellos y los instruye. Todo esto hallará eco en la experiencia de todo pastor a quien el Supremo Pastor le haya confiado el cuidado de un rebaño.
Una exhortación a vivir y profundizar aquello que han aprendido y recibido.